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21 de junio de 2014

Violencia Económica SEGUNDA PARTE.



Violencia Económica
SEGUNDA PARTE.


La violencia económica significa perjudicar a alguna persona en sus legítimos derechos o situación económica, atentar contra su subsistencia o privarla de sus legítimas ganancias y propiedad.
Son todas aquellas acciones u omisiones que afectan la economía de las mujeres, a través de limitaciones encaminadas a controlar el ingreso de sus percepciones económicas, en la restricción, limitación y/o negación injustificada para obtener recursos económicos, percepción de un salario menor por igual trabajo, explotación laboral, exigencia de exámenes de no gravidez, así como la discriminación para la promoción laboral.
Las personas agresoras utilizan el dinero como medio para transgredir los derechos de las mujeres. Por ejemplo, se ejerce violencia económica en contra de las mujeres, al negarle el dinero suficiente para que se satisfagan sus necesidades elementales tales como: comer, vestirse, tener actividades de recreación, un lugar digno en donde vivir, tener derecho a una clínica de salud en el momento que sea necesario, hombres que se niegan a proporcionarle una pensión alimenticia, no permitirle trabajar para evitar su autonomía económica, etc.

Las formas de violencia económica que se reportan en mayor medida contra las mujeres son: el reclamo sobre cómo gastan el dinero, la prohibición para trabajar o estudiar, la acusación de que la pareja se ha gastado el dinero destinado al hogar en otras cosas de menor importancia, la amenaza de no recibir el gasto y que el cónyuge se adueñe de bienes que eran propiedad de ella.
La violencia económica es la segunda que padecen las mujeres, después de la emocional.

Ejemplos: Algunos comportamientos que le revelan a una mujer que esta viviendo abuso económico son los siguientes: no tiene acceso a una chequera ni tarjetas de crédito. Tiene que dar cuentas de todo lo que gasta. Su pareja es quien controla todos los gastos. No puede participar en las decisiones económicas del hogar y si trabaja, tiene que hacer entrega de su cheque completo a su pareja.
La persona agresora le hace creer a la mujer que sin él, ella no podría ni siquiera comer, limitarla con el dinero, (por lo que muchas veces las mujeres tienen que hacer verdaderas maravillas para que el dinero alcance por lo menos para comer), no reconocerle el trabajo doméstico que realiza en el hogar porque esa actividad se considera su obligación.
La mayoría de las mujeres que trabajan en el espacio público también lo tienen que hacer en el hogar porque el esposo (y ellas) consideran que esas actividades son únicamente  responsabilidad de las féminas.


Violencia Patrimonial
Son todas acciones u omisiones que ocasionan daños o menoscabos en los bienes muebles o inmuebles de las mujeres y de su patrimonio; también puede consistir en la sustracción, destrucción, desaparición, ocultamiento o retención de objetos, documentos personales, bienes o valores o recursos económicos, percepción de un salario menor por igual trabajo, explotación laboral, exigencia de exámenes de no embarazo, así como discriminación para la promoción laboral.

Ejemplos:
Este tipo de violencia también se puede ejercer por medio del robo, del fraude y por la destrucción de objetos que pertenecen a la mujer. Algunos de los ejemplos más comunes son: quitarle las herencias recibidas, destruir sus objetos personales (como ropa, joyas, etc.), quitarle su salario, robarle objetos personales o bienes inmuebles, vender sus objetos personales o bienes inmuebles sin su consentimiento, esconderle su correspondencia o documentos personales, etc.
La violencia económica y patrimonial  deben ser denunciadas, tal y  como se hace con los otros  tipos de violencia que afectan nuestra integridad y estabilidad. Las leyes tipifican la violencia económica y patrimonial como un tipo de agresión intrafamiliar… es un maltrato igual que los demás. 
Arma de dominación y control
Sin duda, el dinero otorga poder. Cuando en una relación hay tendencia hacia la violencia (del tipo que sea, sexual, psicológica, espiritual, física, etc.), el dinero se convierte en un medio más de opresión hacia la persona que se quiere dominar.
Los estereotipos de género, transmitidos y perpetuados por la familia, la escuela, los medios de comunicación y la sociedad en general, sientan las bases para el desequilibrio de poder que se presentan en relaciones  de pareja, noviazgo o matrimonio.
A pesar de los esfuerzos realizados por numerosas organizaciones tendientes a difundir y promover ideas de igualdad y en contra de la discriminación, podemos comprobar que los estereotipos sobre el manejo, control y adquisición de los recursos económicos, siguen existiendo y son respaldados por amplios sectores de la población, pero solo fomentan la dependencia de las mujeres.
Estereotipos predominantes:
* Las mujeres son inferiores a los hombres,
* El hombre es el jefe del hogar,
* El hombre tiene derechos de propiedad sobre la mujer y los hijos
* La privacidad del hogar debe prevalecer aún en casos de violencia
Un sistema de creencias sostenido en tales premisas, tiene como consecuencia inmediata la noción de que un hombre tiene el derecho y la obligación de imponer medidas disciplinarias para controlar el comportamiento de quienes están a su cargo, principalmente, el de su pareja.
Cuando el que paga se siente con derecho a controlar, manipular, mandar, estigmatizar o exigir, están dadas las condiciones para el abuso en cualquiera de sus formas.
Lamentablemente, el control y abuso económico no se detecta a tiempo, es desconocido por la mujer, quien lo descubre cuando se expresa mediante actos de violencia física.

La violencia de género se favorece cuando hay dependencia económica, puesto que la mujer se encuentra en desventaja relativa para poder salir de la situación de abuso o buscar, con independencia de recursos, otros horizontes para sí misma y sus hijos.

Es necesario que se reconozcan los derechos económicos de las mujeres, como el trabajo o empleo digno, el acceso a créditos, tierra, tecnología y capacitación para la inserción a la vida productiva, salarios y prestaciones justas, acceso a servicios de comercialización y técnica apropiada, oportunidades de generación de ingresos, y algo muy importante, derecho a que se visibilice y reconozca el trabajo doméstico no remunerado, como un valioso aporte a la economía. Todos ellos son violentados cotidianamente y su impacto en la salud física y mental de las mujeres es altamente nocivo para el desarrollo de cualquier país.
La remuneración desigual por razón de género o edad, la doble y triple jornadas de las mujeres, la falta de trabajo y empleo, los maltratos y acosos en los centros de trabajo, el no pago de las prestaciones por parte de la patronal y la explotación inhumana en fábricas y maquilas, también son expresiones de violencia económica.

Efectos de la dependencia económica
Uno de los efectos que tiene la violencia económica contra la mujer dentro de la familia son las relaciones de dependencia que se establecen entre ella y su proveedor económico. Si además de la violencia económica, la mujer es víctima de violencia sexual o de pareja para ella puede ser más difícil tomar la decisión de denunciar, alejarse o abandonar a su pareja.


La violencia económica, incluso en contextos diferentes al familiar, puede tener serias repercusiones sobre la autoestima y el empoderamiento de las mujeres, lo cual las hace más vulnerables a ser víctimas de otros tipos de violencia.
En los casos en los que los padres no asumen su responsabilidad y las mujeres se ven obligadas a asumir solas el cuidado y mantenimiento de los hijos se está produciendo una reducción en su patrimonio y en la capacidad de satisfacer sus necesidades y las de su familia. Este delito es particularmente preocupante cuando afecta a las mujeres que no tienen empleo ni cuentan con otra fuente de ingresos, ya que las hacen más vulnerables a caer en la pobreza extrema.
Las mujeres económicamente dependientes generan algunos mecanismos en la relación de pareja, que tarde o temprano, crean las condiciones ideológicas para la violencia de género.
Sufren, en mayor grado que otras mujeres, de problemas de autoestima. Es cosa de preguntarle a una mujer que no recibe remuneración independiente, en qué trabaja. A menudo la respuesta será: "No trabajo, yo estoy en casa". Sin entender la gravedad de lo que dice, y sin captar que, con dicha respuesta, está rebajando su propia labor hogareña, al considerarla como si eso no fuera trabajo.  Malamente no es un trabajo remunerado, pero es un trabajo que se realiza sin horarios, sin vacaciones, sin límites de tiempo, sin excusas para ausentarse, y siempre con obligaciones y responsabilidades.
Muchas mujeres se convierten en mendigas en sus propios hogares, al tener que estar pidiendo dinero para cubrir las necesidades básicas de la familia. Esto es más cierto en aquellas relaciones donde los varones monopolizan la administración de los recursos.
Frases como "tengo que pedirle permiso a mi marido", "él tiene que tomar la decisión", "la última palabra la tiene mi esposo", etc. No son más que una forma infantil de relación, que a la larga genera daño emocional y dificultad para madurar y crecer como persona.
Algunas no saben manejar cuentas bancarias, hacer inversiones, definir presupuestos a largo plazo, etc., porque los maridos monopolizan dicha función.
Una mujer que no tiene independencia económica está a merced de su verdugo, que sabiendo su vulnerabilidad logra manipularla para ejercer sobre ella el poder que el dinero le otorga. 






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