Tener una pareja no es la única forma de realización ni la
única manera de alcanzar una vida feliz. Mejor pon el amor en su sitio y si
tienes algo de agallas, desafíalo: "Si no eres un buen amor, prefiero no
tenerte".No practiques la victimización, ni la autocompasión
(Descalificación, Chantaje emocional, Amenaza, Abrir la
herida)
A veces, sin darnos cuenta, entramos pasivamente en una
serie de juegos de presión y manipulación.
El sujeto dominante puede utilizar varias estrategias para
bloquear al otro y llevarlo a la autocompasión. Riso señala cuatro ejemplos de
estas tácticas de sometimiento.
Descalificación.
Considerar al otro
como insignificante: "No te creo, tu opinión no me merece
respeto", "No doy crédito a tus ideas y sentimientos", "No
sabes nada", "Sólo dices estupideces" o "Eres poca
cosa". Da igual. Descalificar es mancillar al otro, hacerlo a un lado por
ignorante, desacertado o incapaz. Si entras en este juego y te crees el cuento,
el resultado será la depresión. Pero si estás seguro o segura de tu valía, el
ataque pasará de largo: no habrá un "yo" enclenque que lo atrape. La
descalificación avergüenza, si la autoestima es pobre.
Chantaje emocional.
El mecanismo de control es la culpa. Se trata de
responsabilizar al otro por lo que nos pasa. El mensaje subrepticio es
demoledor:"Eres una persona mala", "Quieres destruirme",
"Si verdaderamente me quisieras, no harías esto o aquello". Volvemos
a la estupidez de un amor incondicional, a la tristemente célebre "prueba
de amor" que, en este caso, intenta fundamentar la explotación
psicológica. Pero si tienes la conciencia tranquila, si sabes que se trata de
un juego en el cual has participado infinidad de veces, suplicando un perdón y
una comprensión que nunca llega, y que no te corresponde, te queda la
asertividad. La mejor respuesta a una insinuación de chantaje emocional es un
contundente:"No es así", y punto. No más. Nada más.
Amenaza.
Agresión y violencia anticipada: "Te abandonaré",
"Te golpearé", "Te dejaré de amar", "Te mataré",
en fin, amenazas sobre la seguridad física o psicológica. El juego se activa
cuando el amenazado toma en serio la intimidación y siente miedo. Si crees que
las amenazas físicas tienen alguna opción de prosperar, escapa o denuncia al
infractor. Si crees que las amenazas psicológicas de dejarte de amar son
creíbles, pregúntate si se justifica luchar por un amor que no te corresponde.
Pero debe quedar claro que ninguna forma de coacción es negociable, la acción
misma de intentar amedrentar a otro es inmoral. La emoción que regula este
juego maligno es el temor. Tus dos herramientas para no entrar en la violencia:
escape /denuncia, si la amenaza física es real o creíble, y desamor
auto-inducido si no te quieren.
RECUERDA: Si aceptas que eres una persona digna, entonces
sabrás que no te merece quien viola tus derechos o te lastima.
Abrir la herida. :Como
si la historia nos determinara de manera definitiva, a algunas personas les
fascina meter el dedo en la llaga para cobrar deudas tan lejanas como inútiles;
es decir, echar en cara lo que se hizo o lo que se dejó de hacer. La estrategia
es volver una y otra vez sobre la misma cuestión, sin brindar ninguna
alternativa de solución, como si se tratara de un pecado original imposible de
redimir. Después de veinte años, un hombre, de manera reiterada y obsesiva,
cada vez que podía, le recordaba a su mujer una supuesta infidelidad de la
juventud. Y en cada ocasión, ella invertía varias horas tratando de explicar y
justificar lo ocurrido (un baile apretado, un beso furtivo...). Si eres víctima
de la descalificación, el chantaje, la amenaza y la culpabilización, no te
resignes a ello. Una relación de este tipo es disfuncional e inconveniente para
cualquiera, no importa qué diga tu pareja y cómo quiera justificar sus actos.
Nadie merece semejante tortura.
Conclusión:
No importa cuánto te amen, sino cómo lo hagan. El buen amor
es un problema de calidad total. Es cualitativo más que cuantitativo. El
"cómo" tiene que ver con los valores guías como son: reciprocidad,
solidaridad y autonomía, y con el amor digno y el amor justo. Cuando ponderamos
la cantidad por encima de la calidad afectiva, distorsionamos la verdadera
esencia del amor. Si fuera así, deberíamos valorar los excesos de las personas
celosas, apegadas, obsesivas, violentas o codependientes, simplemente porque
"aman demasiado".
Pero amar mucho no significa que amemos bien. No importa
cuánto te amen, sino cómo lo hagan quiere decir que no necesitas la taquicardia
y la alteración hormonal desmedida para disfrutar el amor. La manía no siempre
conduce a la felicidad.
Si no hay riesgos para tu seguridad física o psicológica y
tus principios no se ven afectados, acelera y vive el amor intensamente. La
propuesta no es mantener el amor encapsulado, sino enseñarle a volar. El autor
dice: si te sientes correspondido o correspondida en el amor, si tu
autorrealización personal no se ve afectada y si tus principios son respetados,
hay que poner el pie en el acelerador. Hay que vivir el amor intensa y
vitalmente, siempre y cuando el respeto prevalezca.
¿Amor pensado y racional? Sin duda alguna.
No nos dejemos llevar por la cultura del amor romántico que
aconseja entregarse sin pensar tanto, y que nos dice que de no ser así,
perderíamos la magia del amor, su irracionalidad... sin embargo, recuerda que
precisamente la irracionalidad es una de las principales causas de la patología
afectiva.Walter Riso, termina su libro con la siguiente reflexión:
Enamoramiento es una cosa, amor es otra. Amar es hacer el
amor con la mejor o el mejor amigo, y con ternura, pasión, amistad y dulzura,
sin violencia. Si le das cierto orden al amor, si lo vinculas con tu
autoestima, con el "ser para sí", además del "ser para el
otro", habrás definido un sendero seguro por el cual transitar. Cuando la
compañía es confiable, hay que acelerar; si el enredo no pinta bien, hay que
frenar en seco.
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